miércoles, 8 de febrero de 2012

Décima Etapa: Potosí - Villazón - Buenos Aires

Aquella mañana nos levantamos temprano, Diego y Javier se habían quedado largas horas hablando con la chica alemana que habíamos decidido incluir en nuestra habitación. La chica estaba buscando hotel y la ciudad no es amigable en la noche, por ello, no dudamos en incluirla. Miriam, es una alemana que lleva meses viajando. Tiene 18 años y un perfécto castellano. 

Con los primeros rayos del sol,cerramos las cortinas y dormimos un rato más. Antes que los demas, me levanté y fui a buscar el auto que había quedado en la otra punta de Potosí. Caminando, y perdiéndome entre esas callecitas angostas, fui preguntando para llegar al Estadio del Real Potosí, allí, a metros, aguardaba mi noble 206. Al llegar pagué los 10 pesos por 3 días de garage y le pedí agua al amable señor que nos atendió. Me dio agua con anís, que es un té muy tomado allá. Le agradecí y me deseó un buen viaje. Ya con el 206, fui a la plaza principal de la Ciudad Imperial, allí aguardaban los chicos. Preguntamos por donde salir a la ruta 14 y tanto el policía como el lugareño, nos indicaron mal.... Después de media hora, nos hicimos del camino indicado y empezamos a irnos.Antes de salir de la ciudad un peaje de 15 bolivianos y un policía que me pide 5 pesos por un sello que puso en mi papel. Le aseguro que no iba a pagarle y él insistía con que era obligatorio. Yo insisto en pedir el ticket -de muy mala manera- y el oficial opta por completar el formulario del ticket... efectivamente había un costo por aquel sello, pero no lo estaba registrando y con lo cual además de quedarse con mis 5 pesitos, en cualquier otro peaje hubiera estado obligado a volver a pagar ese pase.

La Ruta 14 está en buen estado, es nueva. Por ratos no hay demarcaciones ni señalizaciones. Hay desvíos de ripio pero, en suma, no son más de 2 o 3 kilómetros. En Cucho Ingenio está el desvío con la Ruta 1, que lleva a la gente al cruce de Pocitos (en esos días, cerrado por una huelga de Tarija), por nuestra información, seguimos en la 14. El asfalto desde Cotagaita en adelante cambia de color, es blanco o grisaceo claro. Fue la obra que realizó una empresa brasileña que estafó al Estado boliviano, aquella ruta no tenía más de 2 años y ya contaba con dos rajaduras de kilómetros y kilómetros de extensión. Habían usado un material que no es flexible, y con lo cual, no se adaptó a los movimientos de la tierra en las altas cumbres. Una vergüenza, una fantochada el control de las inversiones públicas y un ladrón el empresario constructor y la consultora. En fin, las obras nuevas siguen su marcha y eso nos pone muy felices, miles de kilómetros de interconexión sudamericana. Así, los tiempos se han reducido enormemente. Antes, hace 2 o 3 años atrás, el trayecto de Villazón a Potosí demandaba hasta 14 horas, hoy, lo resolvimos en una mañana. Un sólo momento nos generó dudas, y fue el cruzar un cauce de río... freno, busco alternativas y no encuentro medio. Un lugareño que se bajó del auto a orinar (delante de nosotros), nos hace señas que cruce el río. Confiados por el extraño que orinaba en el medio del camino (?) optamos por hacerle caso, Pongo segunda, piso el embrague y voy dosificando la potencia... despacito el auto se fue metiendo en el lecho y de igual forma salió unos 5 o 10 metros más adelante. Efectivamente el lecho era muy bajito, preparado para el cruce de autos, pero para quienes venimos de afuera es toda una sorpresa.

En Villazón me dijeron que no hay nada, y tenían razón, no hay nada. Un pueblito de frontera donde comprar los recuerdos y regatear hasta el centavo más pequeño. Luego de las compras, fuimos a la aduana, donde un sólo hombre atendía a un millar de personas que intentaban cruzar por este lugar. Normalmente no hay tanta gente, pero como habían 3 semanas de huelga en Tarija, Villazón se volvió hiper-populosa. 3 Horas haciendo cola y la noche empezaba a caer, con la luna, apareció un desfile de rateros a la caza de bolsas y billeteras de mochileros despistados. El clima había cambiado y de tanto en tanto veía a Diego salir a dar vueltas con mi 206, para dispersar las miradas. Presento los trámites en la policía y se rehúsan a devolverme los papeles si no les doy 20 bolivianos. Le explico que contaba con 100 pesos argentinos que "Ni en pedo te los voy a dar", o "3 bolivianos" (2 pesos). Termina pidiéndome esos dos pesos... La aduana de revisión de mercancías había estado cerrada todo el día, así que sólo restaba la oficina de Migración que cuenta con la friolera suma de 1 sólo empleado. Para agilizar trámites, la policía boliviana pedía a los mochileros y otros viajeros acompañados, que uno de sus amigos inicie los trámites de ingreso a la Argentina. Lo mismo hicieron con los autos, con todos los autos, menos con mi 206 que sistemáticamente era impedido de cruzar a la fila de ingreso hacia La Quiaca. Obtenidos todos los permisos, me dirijo al 206 y veo un oficial boliviano junto a mi auto, amablemente consulto: "otra vez rompiendo las pelotas?! que mierda les pasa con mi auto!". Creo que nadie esperaba ese cándido saludo de mi parte. El oficial, casi compungido, dice que estaba indicando que el auto pase a La Quiaca. 

En el control aduanero argentino había caos, la ausencia de la aduana boliviana obligaba a redoblar los controles de ingreso del lado argentino, bolsos de pasajeros, del auto, en fin, un contratiempo enorme. Para sumar problemas, muchos mochileros hicieron los papeles de ingreso a Argentina sin tener la salida boliviana, al suceder eso, la Gendarmería impedía el ingreso a nuestro país y quedó una veintena de jóvenes en una nebulosa, ahí, al borde del puente del Río Bermejo. Desolados, volvían a Bolivia para reiniciar los trámites de salida, pero los controles migratorios ya habían cerrado, de hecho, fui el ante-último en salir y esa canallada de hacerlos pasar sin papeles fue el método más práctico que encontraron para cerrar temprano el paso. No se que les habrá pasado a ellos. Espero que la Gendarmería haya entendido que fueron víctimas de la corrupción y la inoperancia. 

Ya en suelo argentino, nos topamos con la demora de cargar combustible, demora innecesaria, porque no vi que el Diesel tenía los surtidores vacíos y la fila interminable era para la nafta... una hora perdida, pero por lo menos habíamos cenado unas galletitas con picadillo. Viajamos hasta Humahuaca, donde buscamos un hotel y en el más económico nos hospedamos. En la mañana salimos a recorrer el Monumento a la Independencia, y la plaza central, es un pueblito realmente hermoso. Allí compramos cosas para desayunar en el camino y seguir viaje hacia Tilcara y Purmamarca, que eran dos lugares hermosos que Javi aún no conocía. 

En Tilcara descubrimos que es mucho más linda en la mañana, cuando no está cooptada de gente y mesitas de bares en las calles peatonales. Nos pareció mucho más hermosa que antes, y también conocimos unas tortillas santiagüeñas rellenas de jamón y queso, que aún recuerdo la risa de la vendedora al ver mi cara de "amor" a sus palabras "rellenas de jamón y queso... calentitas". Que delicia, hoy llueve y sería feliz con una de esas tortillas. Salimos hacia Purmamarca y nuevamente nos maravillamos con el Cerro de los Siete Colores.  De allí, directo a Salta Capital. 

Antes de llegar a Salta Capital, el auto empezó a andar mal, dirección era un desastre y al tirarme a ver el auto, noto que estaban muy malgastadas las cubiertas delanteras.. En algún momento del viaje los bujes de la parrilla de suspensión se habían roto, como si hubieran sido arrancados con una pinza, y ya el auto no podía seguir andando kilómetros. Decidimos pasear un rato, Rocío compró muchos fiambres para que podamos compartir una picada en Tafí del Valle. Nosotros, que no conocíamos Salta, nos dedicamos a sacar fotos de iglesias y plazas. Luego de un rato nos volvimos a encontrar y allí determiné la triste noticia que el auto no podía seguir más. Que lo más prudente sería volver a Buenos Aires y dejar para otra oportunidad el viaje a Tafí, las Ruinas Quilmes y la Quebrada de las Conchas. En la salida de Salta un sin fin de montañas de color verde claro, son producto de un tapiz interminable y copioso de arboles. El lugar era hermoso, allí decidimos hacer una picada y degustar el riquísimo vino que nos había hecho llegar Guillermo por intermedio de Javi. Cortamos los quesos, abrimos las papas fritas, los manís, cortamos el jamón crudo y el cocido. Finalmente, el salame de llama y descorchamos el vino. Dios mío, que panzada! y por un momento creímos que había sido poco!. No, no nos podíamos mover, fueron 2 horas de quedarnos allí, al reparo de inmensos arboles junto a la autopista. Que placer, que hermosa forma de cerrar el viaje. 

Volvimos por la ruta 34, cada tanto paraba en alguna YPF para constatar el estado de las cubiertas y corroborar el avance de ese mal desgaste. Así ya en la noche estaba por Santa Fe, cuando decidimos parar en una gomería donde poder comprar cubiertas de ocasión, el gomero no tenía rodado 14 y opto por pedirle que invierta el sentido de rodamiento de las ruedas, el viejo cumple mi pedido y sigo camino, ahora, gastando la parte sana de las cubiertas. Así llegamos a Rosario, ya en la mañana. Allí paseamos por sus parques, subimos al Monumento a la Bandera y luego nos dimos una panzada criminal en Yomo. con dificultades llegamos al auto. y así nos volvimos a Buenos Aires. 

Dejé a Javier y a Diego en sus hogares, ambos fueron muy agradecidos y yo con ellos por confiar es este viaje. Mi papá esperaba en casa, ya tenía los repuestos del auto y el mecánico listo para trabajar mi auto. Dos horas más tarde, el 206 estaba listo para volver a hacer la travesía completa. Pero ya no había tiempo, era hora de descansar, de saludar a mamá, de agradecerles a todos ustedes que leyeron este diario de viaje. de agradecer a Rocío a Diego y Javier por cada kilómetro, por cada risa, por cada almuerzo dentro o fuera del auto. 


Ya subí las fotos, en la noche las pongo aquí. 
Gracias y hasta otro nuevo viaje. 

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