domingo, 29 de enero de 2012

Octava Etapa: La Paz - Oruro

Habiendo cruzado Tiquina, me despido del contramaestre de aquella barcaza, era un nene de 8 años que no era menos corajudo que cualquier otro empleado del lugar. Le regalé unos cuantos caramelos, mientras me confiaba que la semana próxima tendría que empezar las clases en su colegio y que no iba a poder trabajar más con su tío.

El auto tenía muy poco combustible, y las estaciones de servicio son muy difíciles de ver. ¿que tienen de difícil? muchas de estas abastecedoras de combustibles no cuentan con las instalaciones como acostumbramos aquí, sino que son casas de familia donde se despacha el combustible mediante bidones y embudos. Así, con las últimas reservas del 206 encuentro un pequeño cartel a la vera de la ruta donde anuncian la venta de Diesel y Salchipapas. La señora me ofrece diesel a 5 pesos el litro, mientras ordena a una de sus hijas a que busque el bidón de 10 litros. -Lo huelo- y permito que se cargue el 206. Con eso, llegamos a La Paz, no hay que desconfiar de ese combustible, el precio es altamente competitivo y la calidad no es muy distinta a la de YPFB, que dicho sea de paso, no es de lo mejor que consumirán nuestros autos.

Ingresamos a La Paz sin haber soltado la ruta 14, ya era de noche en la ciudad, eso nos permitía evitar el infernal tránsito de El Alto (el conurbano paceño), les aseguro, es algo a evitar. Bajando por la autopista, llegamos al centro de ese imponente valle cubierto de un mar de luces ambar. Impresiona ver el resplandor a 50 o 60 kilómetros de distancia. Impresiona que tanta gente quepa en un valle, y siempre sorprende el crecimiento invertebrado, lo abarca todo y sin un patrón a seguir. Una enorme ciudad y un infinito conurbano que tapizó el valle y las montañas, todo del color rojizo del ladrillo.. no tienen tiempo para revocar las paredes, sólo basta con que sea funcional para vivir. Luego, el paceño va a su trabajo en un interminable mar de camionetitas que usan de colectivos. Es terrorífico para el extranjero, pero es la forma de vida que ellos pudieron hacer. En las paredes se repiten los insultos a Evo Morales, ojalá se den cuenta que jamás tuvieron un presidente que hizo tanto por ellos y su país.

La Paz es surrealista, te tocan bocina si frenás en un semáforo en rojo, y tiene prioridad de paso el auto que vaya más rápido. También, en la mañana se suelen ver colectivos y camiones estacionados en la autopista, la utilizan como lugar para lavar sus vehículos. Así, los cuatro carriles se reducen a 2. Hacia el final de la autopista se instala una feria que convive con los autos y los compradores. Un verdadero caos que jamás podremos entender. 

Les contaba, era de noche y la lluvia nos acompañó todo el tiempo. Recorrimos el centro urbano y salimos hacia el aeropuerto con la premisa de encontrar un hospedaje cercano al mismo. Es que en la mañana siguiente venía Javier, y lo más prudente era dormir cerca y evitar el tránsito. El barrio es horrible, encontramos alguien que nos daba habitación privada por 65 pesos bolivianos, algo así como una habitación triple por 55 pesos de acá. ¿barato, no?. Bueno, optamos por él. llevamos el auto al aeropuerto donde el ingreso cuesta 4 pesos. y nos volvimos en taxi. El taxista nos dejó en la puerta del hotel por 34 pesos bolivianos. Nos quisimos matar, era preferible mojarnos y no pagar esa suma por 8 miserables cuadras... En fin, que torpeza. Llegamos al hotel y nos encontramos que el baño no estaba incluído en el precio del hospedaje!. Había que pagar 5 pesos para poder bañarse. Eso si, teníamos TV por cable.

En la mañana nos bañamos y salimos a desayunar. No quiero impresionarlos con el relato del baño, ni con el olor, ni con que el desagüe de la ducha se tapó y empezó a salir agua fétida de allí y salí del baño por el bien de mi salud... No, les diré que luego de eso salimos del hotel y fuimos a desayunar. Tomamos café y 3 buñuelos por cada uno, el costo fue una burla, 3 pesos bolivianos. Algo así como 2 pesos cincuenta. Gordos, fuimos al aeropuerto a esperar a nuestro amigo.
Ya con Javier, salimos hacia el centro de La Paz, vinos los colectivos lavándose en la autopista y paseamos por la plaza principal, donde la gente prestaba atención al discurso de Evo Morales en torno a la asunción de los nuevos ministros de gobierno. Ese acto nos favoreció mucho, era feriado y el tránsito estuvo liviano. Comimos pollo y nos marchamos rumbo a Oruro. Allí visitamos el estadio del San José, equipo que tiene la V azulada en el pecho como mi amado Velez.

Oruro tiene poco y nada para ofrecer, el centro está en pleno embellecimiento, calculo que en unos meses, va a ser un lugar muy lindo. Allí cargué combustible suficiente como para llegar a Potosí. El problema fue que los autos de chapa extranjera no cuentan con combustible subsidiado, con lo cual, el playero debe calcular el precio diferencial... Se nos fue a unos 10$ el litro de diesel, el precio subsidiado es de 3.70$ con lo cual la diferencia se hace notar. Más que por andar trepando inmensas alturas, el auto consume más combustible del habitual. En ese marco, no todas las estaciones de servicio pueden despachar combustible al extranjero, con lo cual, es bueno andar parando en las YPFB -que están todas habilitadas a despacharnos- antes de emprender un viaje largo. Ante esta medida, un playero bastante joven cometió el error de cargarme 150$ sin hacer la ecuación de venta diferenciada. Al enterarse la dueña del lugar se armó un escándalo. Primero me lo quisieron cobrar a mi (yo me negué aduciendo que pedí 150$ y no 25 litros), luego amenazaron al muchacho para descontarle los 150$ de diferencia y también me negué porque la máquina dispensadora debería estar preparada para la modificación de precio. Al final terminó diciendo la dueña que le descontaría la mitad al muchacho y la mitad la lo cubriría ella. Ante eso, accedí y decidí darle plata al playero para que no le afecte a su sueldo. 

La salida de Oruro no fue facil, además de esa pelea que incluyó un policía que custodiaba la estación, la tarde se oscureció de repente. Una inmensa nube negra se apoderó del paisaje y el aguacero no nos permitía siquiera ver las demarcaciones de la ruta. Diego insistía en que paremos en algún lugar para evitar problemas, pero mi miedo a futuras anegaciones y derrumbes, me hicieron seguir conduciendo. La lluvia era a baldazos, y luego un granizo fino que fue intermitente. Así, aquella lluvia demencial nos acompañó hasta Potosí. Pero ese relato, viene mañana.

Saludos!.

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miércoles, 25 de enero de 2012

Séptima Etapa: Cusco - Puno - Copacaba


Luego de bajar esas extenuantes escalinatas, hicimos tiempo recorriendo los locales de artesanías, tomamos cerveza, coca cola y a la hora del regreso, nos fuimos a la estación del tren, para dormir como troncos hasta que nos ofrecieron las botanas y café que oportunamente sirven antes de llegar a Ollantaytambo. Ya en ese pueblito, nos hospedamos en el hotel con olor a perro. (NdR: la primer noche de Ollantaytambo dormimos en el auto, para asegurarnos estar a las 5am en la estación del tren). Bueno, en la mañana retiramos el auto de un garaje y nos fuimos a Cusco, donde paseamos por el centro, tomamos helado, y nos hicimos fanáticos de los Chimú, una tribu pre-incaica que pudimos conocer en el Museo Preincaico. Luego de eso, nos dimos una panzada de pasta y salimos a Puno, donde llegamos en la noche. Ah, se me cayó la cámara al piso y rompí la pantalla. Ahora saco todo en "auto" y no garantizo la calidad de las imágenes.Adiós Olympus, te quise mucho.

En Puno ni comimos, paseamos un poco por el centro, la peatonal, miramos los preparativos del carnaval y sus respectivas danzas caporales, parecía que toda la ciudad estaba allí en las esquinas. Luego nos fuimos a mal-dormir al auto, dormimos en la puerta de la comisaría porque la noche puneña no parece muy segura. Nos despertamos mil veces, por el frío, por la incomodidad y hasta por algún muchacho que penaba de amor y gritaba DIAAAANAAAAA en un divino estado etílico. En la mañana, nos fuimos a Copacabana, Bolivia.

El transito fue tranquilo, la ruta es buena menos un tramo que sin aviso se transformó en un ripio que me traicionó vilmente. Pobre 206, ni preparados estábamos.

En la aduana para salir de Perú son 3 trámites, Migración, Aduana y Policía. El primero y el segundo los cumplimentamos en cuestión de segundos. El tercero no nos es avisado y se nos da la orden de continuar viaje. Unos metros adelante, Diego me advierte que la Policía me buscaba por haber pasado sin el permiso. Me retorno a pié y me recibe el jefe de esa comisaría de frontera. El hombre me advierte que tengo una multa de 800 Soles, unos 1500 pesos argentinos. Al margen, quería intimidarme con el maltrato en su palabra. En ese momento, respondo que por la incompetencia de la Aduana no podía hacerme cargo de una multa que no merezco. Acto seguido, el comisario guarda la libreta de multas y me pide “una colaboración… una buena colaboración, porque 50 o 100 soles son muy poco”. Mis gestos cambian y le digo que voy a solucionar el problema… “Trabajo en la Embajada de México en Argentina, y como Representación Diplomática sé muy bien como resolver esta torpeza”. Salgo de la oficina y me voy a la aduana, antes de ingresar, el comisario estaba llamándome a lo lejos e invitándome a su oficina para devolverme la cédula verde que me había retenido y asegurar que fue “todo un malentendido, que no vuelva a pasar”.

La frontera con Bolivia fue fácil, y la mesa de la Policía volvió a pedirme “10 bolivianitos”, me rehúso, en realidad, le pregunto si me da un ticket por ese monto o si en el sello figura ese precio. Responde con un “a voluntad, con 5 bolivianos, está bien”. Tomo mis papeles, y junto con Diego y Rocío nos vamos de la oficina, creo que le llegamos a decir “no tenemos plata, vamos a cambiar ahora”. Y responde a lo lejos “bueno después vuelvan!”.

No volvimos, nos fuimos a Copacabana, donde paseamos, subimos un montecito que me dejó sin aliento, y nos tomamos un catamarán hacia la Isla del Sol. Allí nos cobraron el ingreso y el ingreso no incluía el baño, el cual tuvimos que volver a pagar. Los muchachos están muy rápidos.

Antes de eso, paramos a comer. Nos pedimos un menú turista con sopa, plato principal y postre, por 20 bolivianos. Yo me pedí un plato de la carta, omelette mixto con fritas. Diego y Ro comieron al instante, tan rápido que las bebidas se las llevaron junto con el postre!. Luego como el horario apremiaba, se fueron. Diego a hacer la fila del embarque, Rocío a conseguirme los cubiertos que tenemos en el auto, porque yo me había pedido el omelette para llevar. En esos minutos, decido dejar mi mesa y pararme junto a la cocina, allí pido celeridad con la gentileza que me caracteriza y me dan el omelette. Le pregunto ¿cuanto es? Y la señora atina a responder 25bs. Rocío justo llegaba a preguntarme por el auto, y le digo “andate ya”, a buena entendedora pocas palabras… atrás quedaron los platos que comieron ella y Diego, las bebidas y el servicio de mesa que había sido muy malo. Comimos barato..

Por la tarde nos fuimos a La Paz, vía Tiquina, asique paseamos el auto en balsa. La balsa chocó 2 o 3 veces contra otras, la nuestra amacaba un Colectivo, asique temí por la sobrevida nuestra y del 206. Por suerte, y sólo por la suerte, llegamos al otro lado. 

Mañana, la inentendible La Paz, la llegada de Javier y el altercado en Oruro. Quieren Bonus?, el aguacero con granizo, en el viaje hacia Potosí.

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Sexta Etapa: Machu Picchu.

El tour por las ruinas nos había retrasado una hora respecto a lo prometido, la razón, es que teníamos una parada extra en un comercio para comprar artesanías en tela. Obviamente, eso no estaba en lo pautado, ni en lo “programado”, todo el mundo compró mientras nosotros nos mordíamos las uñas (hasta) del pié.

Terminada esa trampa de compras,  nos dirigimos a la Ciudad de Cusco, donde nos dividimos las tareas a fin de hacer todo lo más rápido posible, Diego debía comprar un agua de litro más un gatorade y barras de cereal. Rocío debía consultar en los agentes de viaje por un guia y por un hostel. Yo debía sacar plata del cajero y buscar el auto que estaba a unas cinco cuadras del punto de encuentro que nos establecimos. Todo debía tomarnos 5 minutos. Y efectiamente nos tomó eso.

Digitamos el GPS y salimos raudos hacia las montañas, el 206 mostró una estirpe rally que pocos usuarios del Yeyito podrán hacer gala, trepabamos el cerro por atajos empinadísimos, y en las bajadas de los cerros llegaba a entrar una 5ta que nos permitía ridiculizar a esas imponentes 4x4 de vaya uno a saber cuantos caballos en esos motores V6 y V8. Estirando la frenada, bajando de sopetón 4ta y 3ra, estabamos haciendo un tiempazo. Estabamos… el GPS nos mandó por el camino viejo, uno destruído incluso para el conductor peruano. Allí frené, perdí todo el ritmo, el humor y la puta que lo parió al GPS, casi lo tiro por la ventana. Pregunté a los lugareños y finalmente conseguimos el camino adecuado a Ollantaitambo. 

Era tarde, el tren se nos había ido a causa de ese desvío inadecuado. El 206 se ganó mi respeto en ese raid. Era de noche, con una copiosa lluvia como nos acostumbró Perú, llena de tráfico y nada eclipsó a este buen auto.

En Ollantaytambo nos hospedamos cerca de la estación  de tren, a las 5 de la mañana ya teníamos el nuevo pasaje para ir hacia Aguas Calientes. En la noche nos hospedamos en un hotel junto al Río Urubamba, el tronar del caudaloso río a duras penas logró tapar el olor a perro que había en esa habitación. También habíamos cenado pero la comida nos pareció intrascendente. Era tarde y dificilmente los cocineros del único lugar abierto, hubieran tenido ganas de esmerarse en cocinarnos.

En la madrugada partimos a Aguas Calientes, el servicio es eficiente, nos dan café y algo para picar. En Aguas sacamos plata del cajero y compramos la subida en Bus a Machu Picchu. Al llegar, nos informan que ya no se venden entradas “arriba”, asi que la desesperación, la bronca y todo eso mezclado con una boraz xenofobia que duró 3 o 4 minutos. Ahí Diego se ofrece a bajar en un Bus, comprar los 3 tickets y volver en Bus. Al cabo de una hora, habíamos negociado el precio con una guia, y comenzamos el ingreso a esa Ciudadela que volvió a causarme angustia por lo que se fue, y el estar maravillado por una obra de ingeniería realmente impactante. Encontré cosas que antes no había visto, y se notaba que Diego y Rocío estaban muy contentos con haber llegado a ese lugar. Acariciamos rocas inmensas, sabiendo que son un legado que nadie pudo destruír, ni el saqueo español, ni el saqueo de los estudios de la universidad de Yale, ni la irresponsabilidad peruana.  Luego de la guia, nos dedicamos a subir la montaña Machu Picchu, Diego logró –con sus últimas fuerzas- subirlo. Rocío y Yo, nos quedamos cerca del final. Para ser honestos, Rocío se quedó allí y yo la alcanzé bastante después porque mi estado físico pasó factura. Creo que con algo de tiempo llegaba a la cima, pero poco importaba porque no lo tomé como un desafío sino como un paseo para ver desde las alturas la ciudadela. Al rato, emprendimos la vuelta, nos quedamos descanzando en ese coloso Inka y cuando se nos empezó a ir el sol, volvimos hacia Aguas Calientes bajando por las escaleras que en 2010 tanto me habían hecho sufrir. Felices de ver lo que vimos, tristes porque cada paso era alejarnos un poco más de ese lugar que impresiona hasta a los más desentendidos.

Empezamos el regreso. Ya en aguas calientes hicimos tiempo mirando la feria, comiendo helado,  y cosas asi.

Bolivia tiene conexiones de internet muy malas, me cuesta poder actualizar, asi que me disculpo por la demora. También intentamos llamar a nuestros hogares, pero no nos podemos comunicar por más que intentemos mil veces el 005411. Saludos, me voy que ya sale el tour al Salar de Uyuni.

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